El curioso caso del asiento de al lado

Quiero compartir con vosotros una anécdota que nos suele pasar a menudo a todos nosotros, pero que en verdad, solo recordamos dicha anécdota cuando habla algún humorista en un determinado programa de chistes o de monólogos.

Lugar. Un autobús o si queréis guagua para servidor. Un conductor y pasajeros en busca de su destino. Hablo de destino para referirme a su lugar de llegada. Y unos timbres para que ese destino se cumpla. Entre los distintos pasajeros nos podemos encontrar diferentes tipos de personajes. Está en un primer caso, está el típico Señor/a que hace muchas migas con el conductor y se pasa el trayecto hablando, aunque este sea corto. Ni que decir tiene que se sienta en primera fila. Más atrás, pero solo un poco más atrás, nos encontramos con la señora mayor que debido a su edad, se sienta lo más cercana a la puerta de salida para no tener que caminar mucho cuando llegue a su destino. Lo malo es que la puerta de salida está por detrás. 

Autobús público

Aunque ella para evitar sustos del conductor al salir (esos conductores que no esperan a que la gente se siente y da igual cual sea la edad), escogió el sitio más cercano para evitar una posible caída. Si nos vamos cuatro asientos más atrás, nos encontramos los típicos cuarentones hablando de la jornada de liga de ayer. No paran de usar los tópicos tecnicismos futbolísticos, mientras abren la veda con árbitros y el clarísimo penalti no pitado. La señora de al lado pero de la otra fila, mira para otro lado, y aunque no pretenda escuchar, oye que fue el robo del siglo.

Justo detrás de la señora, está la pareja de Extranjeros que ajenos al fútbol, visitan por primera vez el lugar y no paran de hacer fotos tras los cristales sobre todo lo que ven, mientras que el conductor los mira de reojo mientras el señor/a del primer asiento le sigue contando su historia.

Y si nos vamos a la última fila nos encontramos con los típicos jóvenes entre 13 y 25 años que comentan sobre la juerga del viernes, sobre chicas/os, sobre “el colega” que no se encuentra presente, sobre el fútbol para hacer el paréntesis, y otra vez sobre chicas/os.

¿Pero que pasa con los demás pasajeros? ¿Habrá más pasajeros no sólo unos diez? Sí, ya lo digo yo, porque en esta guagua que no es imaginaria, es de las grandes y además va bastante ocupada. Pues lo demás pasajeros van ocupando las diferentes filas del mismo, pero cada uno ocupando un solo asiento de los dos que hay. Una fila de personas que ocupan cada uno un asiento y que llega hasta el final de la misma, con sólo los dos asientos ocupados el resto de las personas comentadas. Suena el timbre, se baja la señora que hacía migas con el conductor. Pero en esa parada aprovechan para subirse cuatro personas más. Suben, pagan, caminan un poco, echan una mirada y solo ven personas que ocupan todas las filas. Pero claro, en cada fila hay una persona por cada dos asientos. Lo malo de esto, es que esas personas se sientan en el asiento exterior (el más cercano al pasillo) como si no quisieran que se sentaran con ellos. Y no sólo una, si no casi todas por no decir la mayoría. Servidor que hacía lo mismo, mi excusa tener un bolsa en el asiento de al lado, quita la bolsa e invita a unas de las personas que se acaba de subir a que se siente. Hecho este gesto, las demás personas logran posteriormente encontrar un asiento. Aunque asientos los había y muchos.

Dicho esto, y mientras el humorista cuenta una historia parecida en ese programa, que por cierto se llama “El club de la comedia”, dónde servidor se ríe y seguro que muchas de las personas que han pasado alguna vez lo mismo también, cuando llega el día siguiente todo volvemos a lo mismo. Se repetirá la espiral de nuevo. El asiento libre que parece estar protegido. ¿Pero de qué? ¿De quién? El hombre es un animal de lo más sospechoso.