Con no más de 1,45 de estatura, en la categoría alevín (porque es la que más recuerdo), alternando las posiciones de defensa central (libero en la época), y centrocampista organizador, tuve una “carrera” de seis años en la Escuela de Fútbol de Los Llanos bastante importante, y no por prometedora, sino más bien porque fui uno de los veteranos (por ser de los primeros) de aquel grupo de niños que empezaba a aficionarse a este deporte. Mí físico digámosle así, no era privilegiado, (para el fútbol ojo, para lo otro no sé...), poca estatura, de complexión delgada, con poca fuerza y no excesivamente veloz. Pero dicen, recalco decían, y no por echarme flores, que era un jugador muy inteligente para entender el fútbol para la edad que tenía, con gran visión de juego, técnicamente bueno y con buen dominio del balón con ambas piernas. Además mi carácter tranquilo y silencioso, unido a que me tomaba los entrenamientos en serio y a que nunca faltaba a ellos, me ayudó a tener más “privilegios” que los demás compañeros. No es por echarme méritos, pero en esos seis años, tres en categoría benjamín, dos en alevín, y uno en infantil, pocas veces, contadas diría yo, salí del equipo titular.
La posición que jugaba en el campo ya lo he dicho, de 5 o de 6, pero tengo que decir que por lo menos una vez pasé por todas las posiciones menos la de portero y creo que la de lateral. Jugué varias veces de interior, mediapunta, extremo (sobre todo en mi etapa de benjamín, era un Jesús Navas en potencia) y hasta de delantero dónde mojé en un par de ocasiones. Claro que fueron muy pocas veces. No era un goleador. Creo que echando cuentas y tirando por lo alto, nunca metí más de 20 goles en todos esos años que jugué en partidos oficiales. Y la mayoría de ellos fueron de penalti. Sí, porque era el lanzador oficial del equipo. (Ya contaré más adelante, en las siguientes partes del artículo, alguna anécdota con esto).
1º año benjamín. Estoy abajo, el 3ª por la izquierda
En cuanto al equipo, y para finalizar esta primera entrega, tengo que decir que siempre pertenecí al B (Excepto en el primer año benjamín, que sólo había uno). Sí, porque había A y B. Se puede pensar que era una putada pertenecer al segundo equipo, pero yo me lo tomé bien porque pensé, es mejor ser titular y sentirte “deportista”, que estar con las estrellas y chupar banquillo. Todo eso llevado un poco al extremo, que sólo éramos niños. Ni que decir tiene que las palizas con el B no fueron chicas, recuerdo un 17-1 como tope, y que siempre andábamos por la cola, pero algún que otro año fue mejor la cosa. Así tirando de memoria creo que nunca quedamos últimos.
Y hasta aquí este primer apartado sobre mi niñez futbolística. En siguientes entregas habrá más y mejor, pormenorizadamente y por supuesto, con contenido apto para todos los públicos.
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