Ya hace quince años. Ni más ni menos. Final del verano de 1995. Agosto para más señas. Servidor estaba en una celebración, fin de temporada, después de haber participado con el equipo de fútbol de mi localidad. Tenía nueve años y pertenecía a la categoría benjamín de la Escuela de Fútbol de Los Llanos de Aridane. Pues en esa fiesta, colofón de una al menos divertida temporada, nos disponíamos todos los chavales, padres o miembros de la Escuela, a reunirnos para despedir la temporada. Estábamos desde el pre benjamín menor hasta el juvenil mayor. Se exceptuaba la categoría sénior, que por entonces andaba en Primera Regional (ahora habíamos dado el salto a Tercera División pero hemos vuelto a caer) y que no pertenecía a la Escuela de Fútbol.
Era mi primera vez en esa fiesta. La cena resultó agradable creo recordar, aunque por esa época era demasiado meticuloso a la hora de probar bocado. Después de la reyerta con las bolas de papel que arrancamos de la mesa y de que sonara “El tiburón”, por aquel entonces, una de las canciones del verano si no me falla la memoria, nos disponíamos a pasar el rato con el avance de la noche como chiquillos de la edad. Pero claro, todavía quedaba los honores de la temporada. Destacar a alguien por encima del resto, es decir, los premios de la temporada. Yo no tenía muchas esperanzas en que me lo dieran a mí, es más ni que nombraran a nadie de nuestro equipo. Estábamos en el B y las palizas (deportivas) durante la campaña eran frecuentes. Recuerdo un 15-1 como tope. Éramos un poco malos, sobre todo nos faltaba físico para setenta minutos de fútbol 11. Menos mal que eso ha cambiado actualmente gracias al futbol 7. Además en esa época los campos eran la mayoría de tierra y el pelarse las rodillas era más que frecuente. Qué suerte tienen algunos ahora.
Pues lo dicho, sin más pretensión que acabar la noche e irme para casa, se empiezan a preparar los premios. En ese momento me da un apretón. Allí no había baños públicos por lo que tenía fuera del recinto. Voy atravesando gente hacia la salida, mientras pensaba “y si me lo dieran a mí. No creo, somos un pocos malos pero aquí se premia la deportividad y el compromiso, además pertenecemos al B, pero bueno a lo mejor dan premios al A y al B. Pero bah seguro que no”. Cuando ya estaba a punto de salir del polideportivo Camilo León con las manos casi dispuestas a lo otro, oigo por megafonía “Premio al mejor deportista en la categoría benjamín……… para Diego Pérez Bonilla”. No levanto de mi asombro y con las ganas de lo otro encima, me dirijo al pequeño escenario que me quedaba como a tres pueblos. Empiezo a derribar casi a la gente por el camino tipo Fútbol Americano, y me voy acercando con una sonrisa en la boca que para la plebe era de felicidad. Se me hizo eterna, medio minuto, pero al final llegué. Recogí el premio, saludé tímidamente pero por supuesto que no di discurso.
Hoy, tanto tiempo después, recuerdo esa anécdota con cariño y con nostalgia, y pienso, que ya me estoy haciendo muy mayor.
Esto no me lo habías contado nunca... =)
ResponderEliminarEsto no me lo habías contado nunca... =)
ResponderEliminarPues ya lo sabes
ResponderEliminarYo también jugaba al fútbol, eso si, con el equpo de la escuela, que era malísimo xD Perdíamos casi todo.
ResponderEliminarSi, todo un jugon
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